Me alimento de la huella
del tiempo,
de lo que sembraste,
surcos de vida latiendo el pulso
de la tierra,
del sol que haces surgir de tu sonrisa,
del pan más dulce,
que pones a la mesa cada día.
Y en el día
navego sobre tus manos suaves
como piel de ciruelas;
Y aguardo,
espero,
percibo la brisa de tu llegada,
y en el aire de la calle viene rodando tu perfume
sordo y blando como la noche;
Vengo de nada y voy hacia ti,
en ti todo es todo,
mis manos son pájaros y mis brazos tu nido;
Llega ya y regálame vida,
llega ya y enciende la luz del mundo.
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